Sería el comienzo de cualquier cuento, pero éste, no es un cuento cualquiera. Es un cuento de adultos hecho por niños. Es un cuento, porque cuenta una historia, en este caso, una historia de crecimiento, y aunque crezcamos más rápido que los cuentos, probablemente, no seas demasiado mayor para disfrutar de éste.
Como todo cuento, tiene moraleja. Y si la moraleja es lo más importante del cuento…
La moraleja, nos la enseñó Rodrigo.
De él aprendimos a hacer fácil lo difícil.
Inés nos enseñó a ver el mundo desde otra perspectiva.
Rubén nos enseñó que lo fácil,
es lo realmente aburrido.
De Miguel,
aprendimos que la esencia está en las pequeñas cosas.
De Marcos,
que la belleza está en los ojos que miran.
De Sandra,
que a veces hay que cerrar los ojos para ver.
La moraleja, es todo lo que hemos aprendido de ellos. De ellos, y de cada uno de los niños que han pasado por CECABUR. De ellos, hemos aprendido:
Hemos aprendido que se puede volar… sin necesidad de un suelo firme. Y es que érase una vez… cuando yo era niña… que yo también fui una de esas Sandras, o un Rubén, yo también fui un Rodrigo, y también Inés…
Uno de esos niños que sólo necesitaba creer que valía…